sábado, 19 de septiembre de 2009

Don Pelayo

Ahora toca hablar de el gran pilar de España, clave de la Reconquista Española. Gracias a el cambió el curso de la historia de nuestra patria y somos ahora lo que somos.



Aunque algunos mizifuces y ciertas zapaquildas le nieguen hasta la existencia, lo cierto es que Don Pelayo vivió y fue rey y luchó en Covadonga y venció a los moros. Pero tampoco son ciertas las grandes batallas, la voluntad de lucha desde el principio, el poder de su ejército ni la extensión de su reino. Pelayo fue cristiano, godo, o hispanogodo, nació a finales del siglo VII, en fecha y lugar que desconocemos y murió en el año 737, tras comenzar la Reconquista de España a los invasores musulmanes.

Porque para Pelayo no había la menor duda de que los musulmanes eran invasores y que le habían arrebatado su patria. Cómo y por qué llegó a ser nombrado rey y a fundar un reino más en el aire que en el suelo son cosas harto confusas en los detalles aunque clarísimas en el fondo.

Era Pelayo espatario, una suerte de guardia real en la corte de Don Rodrigo, el último de los reyes godos. Su padre se llamaba probablemente Favila y su abuelo Pelayo, porque era costumbre hispanogoda heredar el nombre del abuelo y por eso mismo el hijo y sucesor de Pelayo fue Don Favila, al que mató un oso. En alguna crónica se da por muerto al padre de Don Pelayo a manos de Vitiza, antecesar y rival de Don Rodrigo en la lucha de clanes godos que acabó en la derrota del Guadalete. Es posible: el asesinato era una de las costumbres más asentadas entre los godos.

También es casi seguro que Pelayo fuera uno de los combatientes más cercanos al derrotado Rodrigo en aquella batalla del 711 que marcó toda la historia posterior. Debía de ser del clan de Rodrigo o adoptado por éste y soldado de valor y autoridad indudables, porque no tuvo que disputar con nadie el trono de España, que en el año 718, cuando se alzó en armas, era una simple silla de montar.

Pero esos siete años, desde la derrota en 711 hasta la rebelión en las montañas de Asturias, son muy oscuros. En principio, Pelayo fue, como otros godos e hispanorromanos notables, parte de la aparatosa espantada, desparrame sin orden ni concierto, de los cristianos ante los invasores moros.

Sin capacidad para fortalecerse en Toledo o atrincherarse siquiera en las tierras altas de la Meseta, aquellas tropas fueron dando tumbos y rindiéndose, cada vez más al norte, hasta pasar los Pirineos o quedar contra el Cantábrico, en las montañas astures y cántabras.

Pero también las tierras asturianas cayeron bajo control musulmán. Munuza se llamaba el gobernador de aquella comarca, que se estableció en lo que hoy es Gijón. En virtud de los acuerdos entre cristianos derrotados y musulmanes vencedores, Pelayo marchó a Córdoba como enviado o como rehén, mientras una hermana suya, con la que había hehco toda la retirada hasta el norte, quedaba en Asturias.

La hermana de Pelayo, mientras éste vivía en Córdoba, pasó al harén de Munuza y este hecco fue uno de los determinantes en su rebelión. Probablemente, los musulmanes rompieron sus promesas de respetar la religión y costumbres de los cristianos en cuanto se vieron dueños de la situación y eso movió a los soldados más cualificados a declararse en guerra.

La desigualdad entre los ocupantes y los rebeldes era tan grande que se comprende lo limitado del ejército de Pelayo, pero también debía de ser muy clara la disyuntiva de someterse totalmente o luchar a muerte para que un grupo suficientemente furte emprendiera tan desigual batalla.

No había reivindicaciones, no había reformas por discutir y ni unos ni otros buscaron un pacto. Por ambas partes estaba clara la determinación de luchar. En los moros, para aniquilar a los cristianos rebeldes; y en los cristianos, para defenderse de los moros.

Desde el principio de la guerra, y así lo cuentan los propios cronistas árabes, Pelayo fue rey. Es por tanto muy posible que su elección fuera clandestina y previa a la rebelión. Como la monarquía goda era electiva bastaría con la pertenencia de Pelayo a la familia del rey Rodrigo e, incluso, con su incostestada jefatura militar para alcanzar la corona.

Como desde Recaredo los reyes godos y cristianos lo eran de toda España y como además no existía un territorio claro dominado por Pelayo y sus menguadas huestes, ostentar esa corona lo significaba todo a la vez no significaba nada. Pelayo era rey de España, pero de la España perdida, con la excepción de los reductos, más humanos que geográficos, de las montañas astures. La España cristiana era más una reivindicación que una realidad, una empresa más que un negocio.

Pelayo entronca su realeza de forma natural con la monarquía goda, pero, como dijo el historiador moro Ben Jaldún y repetía gustoso el cristianísimo Fray Justo Pérez de Urben, «con él comienza una dinastía nueva sobre un pueblo nuevo». La legitimidad, al margen del origen godo, hispanorromano o mixto, se forma en una lucha que es territorial y religiosa, de legitimidad y de fuerza.

El objeto de la contienda está bien claro desde el principio: el antiguo territorio de la España visigoda, antes hispanorromana, donde se practicaba la religión de Cristo. En recobrar ese territorio para un orden político que ya no era ni podía ser godo, sino esencialmente cristiano, se entretendrán los habitantes de la Península Ibérica y sus islas anejas cerca de 800 años.

Naturalmente, al principio, los nobles godos que vivían con cierta comodidad sometidos a los musulmanes consideraron disparatado el proyecto de Pelayo. Mucho más cuando el valí Ambasa encabezó un ejército para ayudar a Munuza y aplastar definitivamente a los cristianos.

Los rebeldes, según el historiador musulmán Al Maqqari, que recoge testimonios de la famosa Crónica del Moro Rasis (Al Rasis), Ben Haz, y Ben Jaldún, llegaron a pasarlo muy mal: «No quedaba sino la roca donde se refugió el rey llamado Pelayo con 300 hombres. Los musulmanes no dejaron de atacarle hasta que sus soldados murieron de hambre, y no quedaron en su compañía más que 30 hombres y 10 mujeres». Pero fueran esas sus fuerzas o superiores, el hecho indiscutible es que Pelayo consiguió escapar.

Ambasa consideró suficiente el castigo porque llevó sus tropas más allá de los Pirineos, donde tomó Narbona y sitió Tolosa, lugar en que encontró la muerte. Alqama, su sucesor, tuvo que hacer frente de nuevo a Pelayo, señal de que se había rehecho y reforzado. Que no se trataba de una simple rebelión más o menos militar sino de un movimiento de indudable calado político lo prueba que en la expedición iba el obispo toledano Don Oppas, del clan de Vitiza, sin duda para romper la unidad de godos y cristianos rebeldes.

Pero no pudieron con Pelayo. Cabe los Picos de Europa, por donde se despeña el río Auseba, en las cercanías de una cueva consagrada a Santa María, tuvo lugar en 722 una de tantas emboscadas que sufrieron las tropas de Alqama y su recuerdo, símbolo de aquella campaña victoriosa, acabó por denominarse Covadonga. Qué duda cabe que responde a un hecho cierto, a uno de tantos, y que hubo otros con resultado opuesto. Pero es ética y estéticamente justo que en aquel lugar se recuerde la hazaña de Don Pelayo. ¿Donde mejor?

Dotado de indudable talento militar y de prestigio político, Pelayo llevó sus tropas y su pequeña corte ambulante a las cercanas montañas cántabras y amplió así tanto sus lugares de ataque como de retirada. Durante más de 18 años sopotó ataques de los musulmanes y los devolvió, con el balance final de la consolidación de un reino cristiano español en la coronilla de un riquísimo y poderoso califato musulmán, también español, que hizo de Córdoba «luz de Europa», según la sabia monja germana Hroswitha. A la sombra de aquella hermosa luz, los sucesores de Pelayo consolidaron la dinastía asturiana, que fue, de hecho y de derecho, la monarquía cristiana de España.

Pelayo creó, en efecto, una dinastía nueva para un pueblo nuevo, o mejor, un renuevo del viejo pueblo hispano. Legó un trono a caballo, un trámite entre precipicios, pero después de casi dos décadas de lucha contra un enemigo infinitamente superior nadie discutió su legitimidad.

Cuando su hijo y heredero Don Favila murió despedazado por un oso, le sucedió el hijo de Pedro, duque de Cantabria, el noble más importante de los que le habían reconocido como rey. El hijo de Pedro estaba casado con Ermesinda, hija de Pelayo, y reinó con el nombre de Alfonso I El Católico. Reconquistó Galicia y la comarca de las Bardulias, llamada también Castilla. Pero eso ya no pudo verlo Don Pelayo, aunque sin duda lo soñó.Encuesta
El rey D. Juan Carlos...



lunes, 14 de septiembre de 2009

Fiesta histórica en Cartagena

Al llegar la segunda quincena de septiembre, cuando ya han pasado los calores del verano y queda la nostalgia de las vacaciones perdidas, Cartagena y sus habitantes se visten de historia y la reviven durante diez magníficos días recordando las hazañas de los héroes de Carthago y Roma. El penúltimo viernes de Septiembre Cartagena se viste de fiesta, el último viernes (festividad local) comienza el segundo apoteósico fin de semana que culminara con los fuegos artificiales de las 24 horas del domingo.
Las fiestas comenzarán el dia 18 de septiembre y culminarán el dia 27 de septiembre.
Si queréis más información de este interesante evento solo tenéis que visitar la siguiente dirección web:

www.cartaginesesyromanos.es

Ahí encontraréis todo el programa que se realizará durante esos días y toda la historia de como nació hasta llegar a ser una fiesta de interés turístico nacional.

sábado, 12 de septiembre de 2009

Corocotta





Son pocas las fuentes de historiadores antiguos que sobre las Guerras Cántabras nos han llegado y solo uno de éstos historiadores, Dión Casio, nos ha hablado sobre Corocotta.

La Guerra Cántabra como tal comenzó en el año 29 a.C. y duró diez años, hasta el 19 a.C.

Fue para los romanos un enfrentamiento molesto y peligroso. Algunos hechos aparecían ya como inquietantes. En el sur de las Galias, habían tenido lugar sublevaciones de indígenas. Roma no podía mirar impasible estos acontecimientos ni por su prestigio ni por la tranquilidad de sus provincias. Y es el propio emperador Augusto quién dirige, durante dos años, el 26 y el 25 aC., al ejército romano. Dos años infructuosos en los que no logra sus propósitos de triunfo. El frente de guerra incluyó también la zona astur y galaica, ya enteramente sometidos, y pese a ser el frente de Cantabria el más reducido, fue el que más problemas le enfrentó y es por ello que el propio emperador se pone al frente del ejercito, ejercito nada desdeñable ya que, según calcula Adolf Schulten, especialista en la historia de Cantabria, estaba compuesta de siete legiones y de tropas diversas que sumaban alrededor de los setenta mil hombres.


Parece inexplicable que un pueblo, como el cántabro, dividido en tribus, sin unidad política de ningún tipo, pudiera hacer frente a un ejercito organizado.

No se tienen constancia de que existiera un régimen superior capaz de coordinar entre sí las tribus y de dirigir los destinos políticos del pueblo Cántabro. Sin embargo, y como cuenta Schulten: "En la lucha contra Roma, parece que tomaban parte todos los cántabros, que entonces tuvieron un jefe, Corocotta". Esta jefatura, parece ser que solo era asumida en tiempos de guerra porque en tiempos de paz, los cántabros nunca formaban una entidad política y menos bajo la dominación de Roma.

Los cántabros ejecutaban guerra de guerrillas forzando a los ejércitos romanos a una máxima actividad pese a lo cual no lograron vencer la tenaz resistencia de los cántabros. Guerra de guerrillas sobre un terreno que conocían perfectamente y les era propicio. Combatían en rápidas y sorpresivas incursiones, con emboscadas y ataques de gran movilidad y sorpresa que causaban grandes daños a las tropas romanas.

Augusto se vio forzado a poner precio al caudillo principal de los beligerantes cántabros: Cocorotta. Dión Cassio cuenta "Irritóse tanto Augusto al principio contra un tal Corocotta, bandolero español muy poderoso, que hizo pregonar una recompensa de doscientos cincuenta mil sextercios a quien lo apresase"

No se sabe con certeza, se trata solo de una sospecha, que Corocotta fuese cántabro. Pero el hecho de hablar de él durante la guerra de Roma en Iberia, siendo en aquella época la única guerra en España la del Norte, se supone que fue durante las Guerras Cántabras. No obstante, se ignora si el caudillo pertenecía a los cántabros, los más destacados entre los enemigos de Roma, o si era astur ya que este pueblo también participó en la guerras, si bien las crónicas referentes a la presencia del emperador Augusto en la guerra suelen referirse al frente propiamente cántabro, que fue donde actuó personalmente el emperador romano.

Y el mérito de Corocotta está en que bajo su mando se unieron unos clanes sin conciencia de unidad superior, de nacionalidad. Se levantaron al mismo tiempo todas las tribus de Cantabria. Y fue bajo su mando el que fuera Cantabria y no otros pueblos limítrofes, los que constituyeron una infranqueable barrera que, durante diez años, mantuvo a los ejércitos de Roma sin dominar su territorio, obligando a la presencia del propio emperador en su intento frustrado de finalizar la conquista de España. Y fueron estos años no de una continuada guerra, sino que después de una derrota, repuestos con un tiempo de paz o de sumisión , volvían, todos a una, a sublevarse. Y cada dos años volvía a unir a todas sus clanes a enfrentarse al ejercito romano. Y Roma tuvo que enviar a dominar a los sublevados a sus más importantes generales.

No se conocen claramente los límites que abarcaba el mando de Corocotta ni cuando ni como murió, pero, y pese a que los romanos le citan sólo con el nombre de bandido, según era costumbre llamar a los caudillos iberos, y por la forma de hablar de él y el alto precio que pusieron a su cabeza, hacen suponer que no se trataba de un vulgar jefe de tribu, sino más bien de un caudillo, al estilo de Viriato o Vercingetorix.

En cuanto a la comentada recompensa que Augusto ofreció por su cabeza de 250.000 sextercios, cuenta Dión Cassio, que solo hubo un hombre capaz de presentarse a cobrarlo y no fue otro que el mismo Corocotta, que al parecer se presentó espontáneamente al emperador reclamando el pago y este, admirado ante el valor del guerrero, no solo no le hizo ningún daño, sino que además le regaló aquella suma.

El cid campeador


(Rodrigo Díaz de Vivar, llamado El Cid Campeador; Vivar, actual España, h. 1043 - Valencia, 1099) Caballero castellano. Hijo de Diego Laínez, descendiente del semilegendario Laín Calvo, quedó huerfano a tierna edad y fue educado junto al infante Sancho, hijo del rey Fernando I de Castilla y León, quien, al acceder al trono castellano, lo nombró alférez real (1065). Hacia 1066, el prestigio de Rodrigo Díaz se vio notablemente incrementado a raíz de su victoria en el combate singular que mantuvo con el caballero navarro Jimeno Garcés, para dirimir el dominio de unos castillos fronterizos que se disputaban los monarcas de Castilla y Navarra; el triunfo le valió el sobrenombre de Campeador.

Como jefe de las tropas reales, Rodrigo participó en la guerra que enfrentó a Sancho II de Castilla con su hermano Alfonso VI de León, quien, derrotado en las batallas de Llantada (1068) y Golpejera (1072), se vio obligado a buscar refugio en la corte musulmana de Toledo. El destino, sin embargo, quiso que Sancho II muriera en 1072, cuando intentaba tomar Zamora, con lo que Alfonso VI se convirtió en soberano de Castilla y León.

El nuevo monarca no sólo no manifestó resentimiento hacia el Campeador, sino que, consciente de la valía de sus servicios, lo honró concediéndole la mano de su sobrina, doña Jimena, con quien casó en julio de 1074. No obstante, unos años después, en 1081, una inoportuna expedición a tierras toledanas sin el premiso real, que puso en grave peligro las negociaciones emprendidas por Alfonso VI para obtener la emblemática ciudad de Toledo, provocó su destierro de Castilla y la confiscación de todas sus posesiones.

Acompañado de su mesnada, el Campeador ofreció sus servicios primero a los condes Ramón Berenguer II y Berenguer Ramón II de Barcelona, pero, al ser rechazado, decidió ayudar a al-Muqtadir, rey de Zaragoza, en la lucha que mantenía con su hermano al-Mundir, rey de Lérida, Tortosa y Denia, quien contaba con el apoyo de los condes de Barcelona y del monarca Sancho I Ramírez de Aragón.

Al servicio de al-Muqtadir, venció en Almenar a Berenguer Ramón II (1082) y cerca de Morella a al-Mundir y el soberano aragonés (1084). Durante este período fue cuando recibió el sobrenombre de Cid, derivado del vocablo árabe sid, que significa señor.

En 1086, la derrota de Alfonso VI frente a los almorávides en Sagrajas propició la reconciliación del monarca con Rodrigo Díaz, quien recibió importantes dominios en Castilla. De acuerdo con el soberano castellanoleonés, el Cid partió hacia Levante, donde, entre 1087 y 1089, hizo tributarios a los monarcas musulmanes de las taifas de Albarracín y de Alpuente e impidió que la ciudad de Valencia, gobernada por al-Qadir, aliado de los castellanos, cayera en manos de al-Mundir y Berenguer Ramón II. En 1089, sin embargo, una nueva disensión con Alfonso VI provocó su definitivo destierro de Castilla, acusado de traición por el rey. Rodrigo decidió regresar al oriente peninsular, se convirtió en protector de al-Qadir y derrotó una vez más a Berenguer Ramón II en Tévar (1090).

Muerto su protegido, decidió actuar en interés propio, y en julio de 1093 puso sitio a Valencia, aprovechando el conflicto interno entre partidarios y opuestos a librar la ciudad a los almorávides. El 15 de junio de 1094, el Cid entró en Valencia y organizó una taifa cristiana que tuvo una vida efímera tras su muerte, acaecida el 10 de julio de 1099. Doña Jimena, su viuda y sucesora, con la ayuda del conde Ramón Berenguer III de Barcelona, casado con su hija María en 1098, consiguió defender la ciudad hasta el año 1101, en que cayó en poder de los almorávides.



Bienvenidos

Para empezar quiero hacer una breve descripción de lo que va a ser el blog de ahora en adelante para que os hagáis una idea de los temas que va a tratar. Como bien dice el titulo del blog Tizona era la espada que empuñaba el Cid. Con este titulo más o menos sabréis por donde van los tiros.
Los temas a tratar son de personajes que dieron su vida por nuestra patria España de manera de hacerles un cierto homenaje con los medios que estan a mi alcance. Pero la cosa no acaba ahí no me voy a quedar solo en personajes que significarón mucho para nuestra historia si no de batallas históricas, noticias de eventos, aniversarios, etc... un sin fin de novedades que podréis ir viendo a medida que se vaya completando el blog para que estéis completamente al día y disfrutando el día a día echando un ojo al blog.
Decir que si queréis enviarme cualquier tipo de texto relacionado con los temas anteriormente dicho me lo podréis enviar a la dirección soldier14santander@hotmail.com